martes, 27 de septiembre de 2011

Historia de Juan

Aunque hace poco fui abuelo por segunda vez, nunca me he sentido viejo. La realidad llegó con toda su crudeza una noche, cuando me di cuenta de que había tenido una pérdida de orina.
Fue un verdadero trauma, pero no quise admitirlo al principio, ni siquiera a mí mismo. "Es sólo un problema pasajero", pensaba. O "será por el frío". Pero seguía ocurriéndome, incluso cuando mejoró el tiempo.

¿Era la forma que tenía mi cuerpo de decirme que me estaba haciendo viejo? Tenía el orgullo herido y, de alguna forma, me sentía menos hombre.

Incluso empecé a utilizar las toallas de higiene femenina de mi mujer, pero no funcionó, y además persistía el olor. Ni siquiera se lo confesé a mi mujer, pero seguro que ella se lo imaginaba. Rechazaba las invitaciones de mis amigos y siempre andaba corriendo al baño.

Empecé a sentirme incómodo cuando salía de casa. Quizás me hubiera ayudado contárselo a alguien, pero ¿a quién? ¿Y cómo podía sacar el tema?
Por fin, llegó el momento en que decidí que ya había sufrido bastante y me propuse retomar el control de mi vida. Hice algunas búsquedas en Internet y me sorprendió la cantidad de casos que había. Saber que no sólo me pasaba a mí, me reconfortó.

Después, fui al médico. Me tranquilizó y me aseguró que podía seguir llevando una vida normal. Me recomendó un absorbente con control del olor, me sugirió algunos cambios en la dieta y me habló de los ejercicios para los músculos del suelo pélvico.

Seguí su consejo y ahora estoy empezando a ver los resultados. Fui tonto al callármelo. Lo que he aprendido de todo esto es que no hay ningún motivo para que la incontinencia se adueñe de tu vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario